8 de noviembre de 2017

Fuente de la Juventud, La Habana

Imagen en el piso (05-10-2016)
A lo largo de toda Cuba hay varios espacios públicos donde se pueden ver hermosos trabajos de decoración y diseño. Actualmente, sin demeritar a nuestro Paseo del Prado habanero, sobresale entre todos el boulevard de la ciudad de Bayamo, donde artistas plásticos, arquitectos, albañiles y demás, han realizado un espléndido trabajo a lo largo de todo el paseo.

Pero no es del boulevard de Bayamo que trataremos aquí, sino de un lugar bastante conocido del Vedado habanero, donde están presentes no uno sino nueve —originalmente eran diez— de los diseños que aparecen en la imagen inicial. Hoy les traemos la historia de la Plaza y Fuente de la Juventud.

Comencemos diciendo que estos diseños, obras del destacado artista plástico cubano Juan Moreira, a pesar de su considerable tamaño, no son muy visibles por las personas que normalmente transitan por los alrededores del lugar. Esto se debe a que están ubicados en el centro de un conjunto de bancos de concreto, que cubren 4 de los 6 lados de los hexágonos que contienen estos dibujos de jóvenes, realizados con la técnica del terrazo y las juntas de dilatación. En este caso las últimas se han utilizado también para realizar detalles en el impreso.

Detalle de las figuras humanas (22-10-2017)
El diseño estampado en cada uno de estos hexágonos es bastante sobrio. En el mismo destacan las dos figuras humanas: una mujer y un hombre jóvenes, que marcan el carácter jovial de la festividad que permitió que se colocaran allí estas losas. El trabajo, aunque no lo parezca, no está exento de simbolismo. Ambos muchachos están entrelazados por una Corona de Laurel, que parte de un tallo que semeja a los de nuestras palmas. Mientras, en la parte superior, sus brazos se juntan en uno solo rodeando un círculo rojo que representa un sol.

El laurel es el árbol de Apolo, dios solar, dios de la sabiduría, de la creación artística, de la poesía, de la música. A su vez la Corona de Laurel u Olivo es símbolo de la gloria y de la paz respectivamente, mientras la palma lo es de la victoria. Si tenemos en cuenta que el lema de los Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes siempre ha incluido la palabras “paz” y “amistad”, entonces podemos ver lo acertado de la selección a la hora de componer el conjunto que perpetuaría la celebración del XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, en La Habana, en el verano de 1978.

Vista de la fuente desde Galerías Paseo (22-10-2017)
Este espacio de nuestra Habana tiene la magia —aunque a veces se convierta en un fatalismo geográfico— de estar cerca del mar, en un lugar donde la brisa es perenne…y también el sol. Aquí la Avenida Paseo tiene su nacimiento, en esta gran explanada de 7 mil metros cuadrados, pavimentada con losas de forma hexagonal, que semejan la figura de un panal de abejas que van formando flores como el símbolo del festival. Pero no siempre estuvo allí este gran parque con su fuente.

Anterior a la Plaza de la Juventud allí se alzó en el año 1944 el Palacio de Convenciones y Deportes, antecesor de nuestra Ciudad Deportiva y sede de eventos de todo tipo. La urbanización de esa zona del Vedado, y en especial la ampliación del Malecón y la construcción del Hotel Riviera, convirtieron a este edificio, que poseía un impresionante friso Art Decó perdido para siempre, en un estorbo; más cuando la Ciudad Deportiva ya estaba levantada. Su destino fue ser demolido en Julio de 1958, quedando la explanada como un espacio público para parqueo y tránsito.

Vista del Palacio de Convenciones y Deportes en 1955

Entonces llegó, dos décadas más tarde, la idea de realizar la Plaza de la Juventud, que perpetuara el evento que por primera vez traspasaba las fronteras de Europa para desarrollarse en un país de América. El proyecto fue obra de un grupo de docentes del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (ISPJAE), formado por los arquitectos Jesús Sánchez, responsable del equipo, Miriam Abreu, José (Pepe) Cuendías, Rómulo Fernández y el diseñador Antonio Pérez González, quien fuera el autor de la fuente.

El surtidor es el principal atractivo del conjunto, y fue realizado en ocasión de la fecha mediante concurso. Consta de 5 secciones representando los 5 continentes, que están dispuestas como los pétalos de la flor que representaba al festival. El diseño hexagonal, semejando al panal de abejas seguramente fue escogido por lo unido que trabajan estos insectos en sus colmenas, algo que de lo que se tratan estos festivales. Además en su diseño se hace alusión al contenido del evento, el carácter alegre y desenfadado de los jóvenes, la solidaridad, el entusiasmo, y el afán de paz y amistad.

Reporte en el Periódico Granma del 30-07-1978, y Logo del XI Festival
La plaza fue inaugurada en la noche del 29 de Julio de 1978 por Alberto Juantorena, que dos años antes se había coronado campeón olímpico en los juegos de Montreal 1976. Según consta en el reporte del Periódico Granma del día 30 de Julio, los participantes estamparon sus firmas sobre la obra, mientras el deportista expresó que las aguas se confundían en una sola masa, tal y como los presentas se fundían, sin importar nacionalidad, bajo un objetivo común.

Desgraciadamente hoy en día las firmas que supuestamente el tiempo no podría borrar, ya no existen. La acción corrosiva a que está expuesto el emplazamiento, y quizás la pérdida de la memoria histórica del lugar, han provocado que también el surtidor trabaje de forma intermitente, aunque vale destacar que fue parte de las incluidas en el rescate de fuentes públicas de La Habana. En cuanto al trabajo artístico al que nos acercamos en esta entrada, ha sufrido la negligencia de quienes tratando de preservar y restituir, no han hecho una buena labor, principalmente después del paso del huracán Irma, cuando al recolocar las farolas de los conjuntos de bancos, han dañado el dibujo realizado en el piso, no respetando el lugar donde originalmente debían alzarse éstas.

Estado del mosaico tras la recuperación de los destrozos del Huracán Irma en La Habana (22-10-2017)
De todas formas, si se anima, puede pasar por allí, preferentemente a la caída del sol, y contemplar uno de esos maravillosos atardeceres del Malecón habanero, en compañía de dos jóvenes que, desde hace 40 años, se dan las manos en son de amistad.

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